Con este breve ensayo, pretendemos recoger algunas de las líneas básicas para la comprensión de nuestro pasado, tarea muy difícil debido a la ausencia casi total de referencias previas en trabajos de investigación y al poco número de FUENTES que permitan reconstruir con un cierto grado de veracidad Nuestra Historia. Ello nos obliga a trabajar con hipótesis más o menos lógicas abiertas a posteriores revisiones.

   A pesar de todo ello, brevemente presentamos a continuación un esbozo de las grandes líneas del desarrollo de Nuestro Municipio, esbozo que puede considerarse como previo a un trabajo más profundo y extenso y que parte desde lo más alejado de los orígenes hasta las Restructuraciones Administrativas de 1833.

   La primera cuestión a debate que nos surge, es sin duda, el intento de explicar cuales son los Orígenes de Abengibre; ¿de dónde surge nuestro pueblo, bien en su establecimiento actual, o en algún otro punto próximo al mismo?

   La idea generalizada sobre el origen del municipio es la de su procedencia árabe; como su propia toponimia indica siendo uno de los enclaves a unir a los que quizás más conocidos de Al-kala (Alcalá), Zulayma (Zulema), Villa-malea (Villamale), Mahora (La taberna en árabe). Esta idea es compartida por la mayoría de los autores que tratan el tema, tal como Madoz y Roa en el siglo XIX y actualmente Leonardo Villena, Fuster y otros.

   Según esta línea historiográfica encabezada por Madoz en su Diccionario Geográfico de 1845 y anteriormente citada por Sebastián Miñano en 1829, atendiendo a la tradición la localidad habría sido fundada por los árabes, idea que no deja de autorizar el hecho de llamarse Agengibre, metátesis de Abengibel, crésis del nombre que su fundador o dueño quizás tuviese, o como más recientemente Leonardo Villena considera alreferirse al término árabe Ibn Yabr como origen del nombre de la localidad.

   Sin embargo, existe una segunda teoría histórica ya citada en el siglo XVIII por Tomás López, que defiende la idea de un origen más remoto y que recientemente ha sido refutada por los importantes hallazgos arqueológicos de nuestro siglo (Los Platos de abengibre y las Estelas Funerarias romanas) que permiten entroncar nuestros comienzos con un hipotético poblado íbero, continuado por un poblamiento romano. Posiblemente en fechas próximas los avances de la ciencia arqueológica permitan aclarar esta cuestión.

   Si los orígenes de Abengibre son especialmente oscuros, la época medieval ofrece mayor riqueza de datos gracias a la estrecha vinculación que desde la misma conquista árabe (sobre todo los Almohades en el siglo XII) mantuvo nuestra villa con la vecina Jorquera, de la cual se disponen abundantes fuentes históricas.

   La vinculación referida, incluso hay autores que la retrotraen a la época romana, como J. Abascal Plazón, pero no cabe duda que esta Unión fue más estrecha durante el largo período de la Reconquista, donde ambos municipios llevarán una existencia paralela siendo Abengibre lugar dependiente del Estado de Jorquera.

   Sería Alfonso VIII quien en el año 1211 y desde la ciudad de Alarcón (Cuenca) llevase a cabo la reconquista de estos territorios. En esta empresa fue ayudado por las milicias concejiles de Madrid, Guadalajara, Cuenca, Uclés y Alarcón.

   La repoblación de todo este territorio fue llevado a cabo por agentes de Alarcón, después de la batalla de Las Navas de Tolosa (Junio de 1212) y de la conquista de Alcaraz (Mayo de de 1213), cuando ya se había pacificado gran parte de la región y se habían aminorado las actividades defensivas de los musulmanes.

   El Fuero de Cuenca y más tarde el de Alarcón serían las piezas fundamentales para el Repoblamiento Cristiano de toda esta Comarca.

   Después del Repartimiento de la tierra, tras la Conquista Cristiana, el nombre de los propietarios pasó a serlo de los predios y lugares sobre los que mandaban. Aquí está el origen de las denominaciones de varias localidades de la Comarca como Casas Ibáñez, Casas de Juan Núñez, Hoya Gonzalo, Pozo-Lorente, etc, lo que a su vez reafirma el posible origen árabe y por tanto anterior de otros lugares, entre ellos el Municipio de Abengibre.

   En el siglo XIII estas tierras pasaron a manos del Infante Don Juan Manuel, de quien los heredó su hijo don Juan Manuel, consolidador del futuro Marquesado de Villena, unidad Jurisdiccional que englosaba a los territorios de Chinchilla, Alcalá del Júcar, Villar de Vés y al Estado de Jorquera, formado en esta época por Abengibre, Alatoz, Casas Ibáñez, Casas de Juan Núñez, Cenizate, La Recueja, Valdeganga, Villamalea y Villavaliente.

   Quizás la familia más conocida que detentó el título de Marquesado de Villena y de nuestro municipio dependió durante largo tiempo, fué la de los Pacheco, cuyos enfrentamientos con los Reyes Católicos, en el momento de luchas entre la reina Isabel la Católica y su hermana la Beltraneja, les generó la pérdida de parte del Marquesado (Chinchilla y Vés), aunque el Estado de Jorquera permaneció como lugar de señorío hasta la disolución del antiguo Régimen.

   Será a partir del siglo XVIII cuando de forma más fideligna y completa se nos permite conocer la situación de nuestro Municipio, todo ello gracias a fuentes tan completas como el Catastro del Marqués de La Ensenada (1753) o las relaciones recogidas por Tomás López en su Diccionario Geográfico en 1786, donde aparece una descripción manuscrita del Párroco de la localidad, Josef Pérez Biala.

   Para esta época el lugar de Abengibre estaba comprendido dentro de la jurisdicción del Estado de Jorquera, su gobierno dependía de esta Villa. En el pueblo existía un Alcalde con jurisdicción limitada (alcalde Pedáneo), y una especie de Concejo formado por todos aquellos que habían sido anteriormente Alcaldes.

   Por lo dicho anteriormente Abengibre no poseía término señalado, excepto las labores que cultivaban sus moradores que eran bastante limitadas para el número de habitantes del lugar.

   Según noticias recogidas del catastro del Marqués de La Ensenada , el número de almudes cultivados era de 1986, de los cuales tan sólo 33 serían de regadío y 266 de viña, dedicando el resto fundamentalmente a secano.

   Excepto la zona de la Cañada la calidad de la tierra no era excesivamente buena según criterios de la época, como demuestra que muchas de ellas tuviesen que ser dejadas 5, 6, 7 u 8 años (incluso algunas hasta 20) en descanso para producir una cosecha. Todo ello se intentaba paliar mediante la práctica del policultivo (hortaliza, cebada, cáñamo, panizo, trigo, árboles frutales, melones, criadillas, azafrán, nabos, hojas de morera para cría de gusanos de seda, guijas, garbanzos, calabazas y nueces. Especial referencia se hace a las cebollas y a las lechugas de las que se dice que eran famosas por su calidad, gusto y tamaño, dándose algunas lechugas de 6 libras de peso.

   Respecto al azafrán se alude a una productividad de cuatro libras de tostado y por alud de cebolla de primera calidad, siendo orientada la comercialización de su producción hacia la zona de Valencia.

   El cáñamo era cultivado en diversos lugares, pero preferente en el lugar del "pozuelo", donde un almud de primera calidad llegaba a producir 16 arrobas de cáñamo y de cañamones.

   Las tierras no cultivadas (matorrales, montes y yermas) estaban destinadas al pasto común de todo el Estado del Jorquera, excepto 4 dehesas arrendadas al Marqués de Villena por los ganaderos de la localidad. José García Piqueras (Alcalde Pedáneo) Antón de Honrubia, Pascual García y Pascual López, quienes pagaban al Marqués un total de 1250 reales.

   Otra de las riquezas que complementaba la producción agrícola era la ganadería. Para la época base de este estudio, (1753), hemos detectado la existencia de diversas especies, donde destacaban los animales de tiro (6 bueyes, 217 asnos, 41 mulas y 2 caballos) y ganado menos (1032 ovejas y 101 cabras). También se constata la existencia de 12 colmenas.

   Por el análisis de los datos recogidos y teniendo en cuenta el número de habitantes de la localidad, en torno a los 156 vecinos, distribuidos en 134 casas (tan sólo existía un eclesiástico) lo que equivale a un total de casi 900 habitantes, es previsible que la producción local fuera insuficiente para satisfacer las necesidades de la población. Todo ello explica que a la hora de estudiar los oficios hayamos encontrado que tan sólo un tercio de la población (58 vecinos) se dedicasen al oficio de labrador, mientras que jornaleros (34) y pastores (27) eran relativamente abundantes, siendo presumible que trabajasen en lugares vecinos de Abengibre.

   Consecuencia de la situación citada es también el anormalmente elevado número de arrieros y tratantes y trajineros (42) aunque alguno de ellos compatibilizaba estas actividades con otras (jornalero, labrador, etc.) un ejemplo de arriero es Bernabé López que con una caballería menor pasaba limones, trigo y otras especies durante 290 días al año.

   Del resto de profesiones es destacable la existencia de cardadores (8), tejedores (2), picapedreros (2), sastres (3), herreros (1), tejeros (3), un pescatero, un  médico y boticario de Jorquera, un cirujana (escribano), un tabernero (de Jorquera), un estanquero, un vendedor de aceites y arroz (de Valdeganga), etc.

   En general la evolución de la población a lo largo del siglo XVIII estudiado y principios del XIX fué positiva, pasándose de 156 vecinos a mediados de 1753 a 200 según apuntes de Tomás López para el 178 y 223 según Madoz para 1845, aunque estas cifras probablemente sufrirían ligeras variaciones.

   Los motivos fundamentales de este crecimiento son las altas tasas de natalidad (33 a 34 nacidos por año), frente a la baja mortalidad (20 a 22 defunciones por año), lo que daba lugar a un alto crecimiento vegetativo, crecimiento que se veía interrumpido en épocas debido a frecuentes epidemias que asolaba a esta población y como ejemplo sirva la epidemia que entre el 25 de Junio y el 25 de Septiembre de 1786 produjo la cifra de 40 muertos. Los años en que las epidemias eran especialmente virulentas eran aquellos de fuertes lluvias y consecuente crecida de la Cañada, que provocaba, a pesar de ser un clima bastante sano, según palabras del propio Madoz, muchas tercianas al estar estancada durante cierto tiempo estas aguas. 

   Otra de las riquezas naturales de la localidad era la abundante existencia de puntos de agua, fundamentalmente a lo largo de la Cañada (unas 58 fuentes), entre los que destacaba la conocida fuente del Pilar que abastecía de agua al pueblo.

   Tomás López en 1786 afirma: "que esta agua es muy delgada y especial y sumamente limpia por nacer en las mismas peñas y muy saludable para baños y bebidas, especialmente para los hipocondríacos, la fuente que llaman de la Fuensanta".

   A modo de conclusión podemos plantear la hipótesis de que los diferentes asentamientos que se han sucedido a lo largo de la Historia de nuestra localidad han girado en torno al agua y que tales asentamiento han llevado una existencia dependiente de las posibilidades que el medio natural le ofrecía, y puesto que éste siempre apareció como limitado en cantidad y calidad, la forma de adaptarse de nuestros antepasados fueron similares a las actualmente vigentes, es decir, policultivo y explotación agropecuaria y sobre todo actividades como la de los arrieros y tratantes, que tan abundante aparecen en este siglo XVIII, y que pueden considerarse como los antecesores de nuestro actuales "TRAJINEROS".

Por Francisco García González y Diego Pérez González

Artículo del Programa de Fiestas 1991